miércoles, 24 de junio de 2009
La miró fijamente pensando que estaba más hermosa que nunca…
El juego de luces y sombras en ese momento, resaltaban la calidez de su rostro aún humedecido por las lágrimas que poco a poco se desvanecían; tenía sin duda una piel hermosa, tersa y suave.
Sintió que podría permanecer de forma indefinida en esa posición, sin dejar de contemplarla; elaborando un mapa mental de cada milímetro de su precioso rostro, rasgo a rasgo; recorriendo con la mirada los pequeños labios, imaginando la dulzura de un cariñoso beso; dibujando redondeados los pómulos junto al contorno de una nariz sencilla, flanqueada por sus ojitos durmientes de princesa, tan grandes que estremecían y te cortaban el alma. Y sobre la frente el sedoso cabello desordenado que la hacía parecer una muñeca.
Fue entonces cuando pensó que no podía dejar que se perdiera la suntuosidad de sus facciones, y se dispuso a aprender algo que aún no conocía: el arte de embalsamar.
Sería una princesa convertida en muñeca; preciosa e imperecedera.
Gabriela Salinas Linares